Un adecuado tratamiento del medio ambiente no sólo extiende la esperanza de vida de la población, sino que coadyuva a incrementar la productividad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) elaboró, con datos correspondientes a 2014, un valioso informe que permite evaluar las condiciones en que se vive en las áreas urbanas del país, y también las de carácter laboral. El organismo internacional extendió su estudio a tres mil centros urbanos pertenecientes a 103 países de los cinco continentes.
En el mismo sentido, Naciones Unidas difundió un estudio que demuestra que hay un límite a partir del cual ciertos elementos nocivos de la atmósfera representan un riesgo para los seres humanos.
Para el caso de la ciudad de Buenos Aires, se verificó que las partículas que pululan en el aire superan en un 30% la cantidad admisible. Son originadas por la actividad industrial y los caños de escape de los automotores e incluso de las usinas termoeléctricas.
En la capital del país, el organismo internacional instaló en 2010 tres estaciones automáticas de monitoreo, localizadas en Barrio Norte, Parque Centenario y la Boca.
Gracias a esa gestión, que pretendió ser promotora de nuevos puntos de control, se elaboró un estudio de gran valor, que debería haber sido tomado muy en cuenta.
Según la OMS, para no ser nocivos, los contaminantes no tienen que superar los 20 microgramos por cada metro cúbico. En Buenos Aires, aparece con un equivalente a 26 microgramos. Es decir, 30% por encima del límite admisible. Lo cual acrecienta la cantidad de asmáticos y la posibilidad de sufrir cáncer pulmonar o infartos.
La problemática en el país
En ninguna de las ciudades del interior se instalaron estaciones de ese tipo. Por lo tanto, se ignora cuál es la situación en el resto del territorio nacional.
Ese hecho es una prueba indiscutible de desidia, que hasta podría ser calificada de irresponsable y hasta criminal.
Tal situación contrasta con la realidad chilena, pues en el país vecino 23 ciudades realizan ese tipo de controles. En Montevideo y Lima hay, en ambas, seis estaciones que cubren todo su perímetro urbano.
Por otra parte, los valores medidos no permanecen constantes a través del tiempo sino que suelen agravarse; por ejemplo, cuando se producen erupciones volcánicas a distancias menores de mil kilómetros.
No debería olvidarse nunca que, en el mundo, los problemas de contaminación de la atmósfera producen nada menos que 37 millones de muertes por año.
Además, hay coincidencia entre los centros especializados en dicha materia en que un adecuado tratamiento del medio ambiente no sólo extiende la esperanza de vida de la población sino que coadyuva a incrementar la productividad.
Las investigaciones demuestran en forma coincidente que en todos los centros urbanos de más de 100 mil habitantes el peligro abarca a no menos del 80% de sus habitantes. ¿Por qué no se hace nada?
Más datos
Según la encuesta de hogares urbanos de 2014, en el conjunto de poblaciones argentinas con más de dos mil habitantes vivían 38.441.400 personas, o sea el 96,1% de la población total del país.
De ella, la económicamente activa ascendía a 16.871.900 (43,9% del total) y, a su vez, en este colectivo, se debían distinguir los ocupados, que llegaban a 15.685.900 (93%), y 1.186.100 que permanecían desocupados (7%).
De los ocupados, la franja mayoritaria, de 11.759.100 (75%), trabajaba en relación de dependencia. De ellos, 7.613.000 (64,7%) lo hacían en el sector privado, aunque sólo 4.805.800 (63,1%) cumplimentaban sus obligaciones jubilatorias y 2.807.200 (36,8%) son informales. Los cuentapropistas sumaban 1.118.500 y los empresarios, 594.800 (5,9%).
La población considerada “no activa” ascendía a 21.569.500 (56,1%) e incluía a 9.074.900 estudiantes (42,1%); 3.831.900 niños menores de 6 años (17,8%); 3.119.900 amas de casa (14,5%) y 4.604.800 jubilados (21,3%); a todos los cuales se agregan 938 mil no debidamente identificados (4,3%).
Si se compara con economías de mayor nivel de ingreso medio, como Estados Unidos y Alemania, se advierte que la población activa ocupada está cubierta por el 59% y 62%, respectivamente, debido a que una superior cantidad de mujeres trabajan y, por ello, no son incluidas como amas de casa.
Un párrafo aparte corresponde al colectivo de “empleo doméstico”, que aparece con 1.361.200, o sea que cubre el 17,9% del privado, lo que lo convierte en su principal componente específico.
Lo notable –que también constituye un testimonio rotundo sobre la muy mala administración pública que existe en esta área– es que los que revistan como formales son apenas 297.600 (cumplimentan las normas); 1.063.600 (78,1%) no lo hacen y permanecen “en negro”.
Cierra el cuadro el empleo público de las tres jurisdicciones (nacional, provincial y municipal), que entonces ascendía a 2.785.200. En este colectivo, correspondía a las provincias el mayor número, pues sus registros sumaban 1.793.200, mientras la Nación tenía 478.600 y el conjunto de municipios, 513.400.
Con la conformación detallada, Argentina figuraba en ese año como uno de los países con menor proporción de personal en el nivel nacional entre todos los de organización federal.
El conjunto de datos numéricos aportados sirve para recuperar la vigencia de la verdad y anular los efectos negativos de planteos sin fundamentos.