Una opción nutritiva es fundamental, pero muchas lo que las marcas llaman “saludable” no es lo más conveniente. Cómo no caer en la trampa
Ante la pregunta recurrente de cuál es la comida más importante del día, la mayoría podría estar de acuerdo en una cosa: el desayuno. Es por eso que la relativización de este enunciado por parte del médico Aaron E. Carroll, un pediatra de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana en una columna reciente del New York Times, desató tal polémica.
Pero Carroll no es un polemista improvisado, y cita numerosos estudios de los últimos años que buscaron establecer el beneficio de no saltearse el desayuno, explicando que éstos son tendenciosos (tienen un sesgo de confirmación) y que una asociación no necesariamente determina causalidad. Por lo tanto, como primer paso Carroll propone admitir que no tenemos demasiada idea al respecto del tema y el verdadero impacto (para bien o para mal) en la salud.
De estudios tendenciosos y etiquetas sospechosas
Para empeorar las cosas, algunos de los estudios han revelado tener un trasfondo éticamente reprobable, con financiamiento que debería poner en tela de juicio los supuestos hallazgos. Es de conocimiento general también que muchas de las investigaciones que se realizan en este ámbito suelen estar financiados por la propia industria de la alimentación. Sin ir más lejos, Kellogg’s se encuentra detrás de un estudio que vincula tomar cereal en el desayuno para estar más delgados. Lo mismo sucede con informes financiados por PepsiCo y otras firmas, con resultados que, desde luego, apuntan hacia las ventajas de comer avena o copos azucarados.
Pero no es necesario recurrir a estos papers -que si bien no son siempre de fácil acceso, son muy citados y reproducidos en los medios- para ver cómo la publicidad masiva está orientada a vincular el consumo de ciertos productos “diseñados” para el desayuno y el imperativo moderno mencionado al comienzo de este artículo. Es interesante resaltar en particular la asociación que parece existir entre “niños fuertes” o “niños que rindan mejor” y el hábito del desayuno, desde la ingesta de los tan mentados cereales, a yogures, jugos y leches especiales.
El lado B de los datos
Sobre esto último, el propio Carroll advierte que hay que hacer algunas salvedades, por un lado, desagregar que muchos de estos trials se realizan teniendo en cuenta los programas de desayuno de los colegios (programas subsidiados por el Estado que ofrecen desayuno en los colegios de EEUU), y otro dato no menor, entender que si los indicadores dan bien, es porque en ocasiones el desayuno viene a cubrir una necesidad básica de nutrición de muchos chicos con carencias.
Sin embargo, Carroll no fue el primero que levantó la perdiz al respecto de este tópico, ya en el 2011 la periodista Anneli Rufus había denunciado los intereses corporativos detrás del mito del desayuno como la comida más importante tu día. Sobre el origen de alimentos tan comoditizados como los famosos cornflakes, Rufus explica que en la America pre-cornflakes el desayuno no era ni frío, ni dulce, sino más bien todo lo contrario, conteniendo hasta 4000 calorías. El motivo estaba claramente relacionado con la estructura socioeconómica de la época.
“El desayuno era la comida más grande del día, ya que se comía antes de encarar todo un día de tareas en la granja (o la fábrica) y tenía que sostenerte hasta la noche”, explica el historiador Andrew F. Smith. Cuánto más pesado y grasoso, mejor. Por el contrario, los cereales fríos fueron un invento tanto de los vegetarianos como de la propia industria (primero Kellogg’s y luego otras empresas), facilitado por la producción en serie y la tecnología, detalla Smith.
La nación azucarada
¿El gran descubrimiento de estos empresarios americanos? Darse cuenta de que a la gente, y en particular a los niños, les encantaba el azúcar, y que en muchos casos los ayudaba a despertarse para poder encarar las tareas. Claro que nada es gratuito, y por eso basta mirar los índices de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares que ya son patrimonio de este país, pero que también son una problemática que se extiende por el mundo.
Es por esto que no sorprende que muchos de los alimentos que consumimos regularmente durante un desayuno tradicional contengan excesivas dosis de azúcar, desde el jugo de naranja hasta las galletitas. Lo que quizás sí quizás te sorprenda es que muchos otros productos que no imaginabas (pan, salsas, pastas, aderezos, productos derivados de la carne) también la contengan, como denunció otro artículo reciente.
Ya que la reglamentación al respecto de los azúcares agregados es, por lo pronto, difusa, conviene estar atento y revisar bien las etiquetas. En los EEUU el FDA (The Food and Drug Administration) recién ahora está planteándose colocar una leyenda de “azúcares agregados” (added sugar) para denotar aquellos que no son naturales. Un dato para que tengas en mente: el 60% de los alimentos que se encuentran en las góndolas de los supermercados estadounidenses incluyen algún tipo de azúcar agregada.
Desconfiar de lo “natural”
Los jugos “naturales”, algo también muy típicamente asociado con el desayuno, son otros de los tantos sospechosos en la mira por las altas dosis de azúcares agregados y conservantes que llevan. En la Argentina hay pocas firmas que no contengan jarabe de maíz de alta fructosa o conservantes.
Si te estabas preguntando si queda algo que podamos comer en el desayuno, para tu tranquilidad existen todavía muchas opciones saludables, pero lo que sí hay que tener en cuenta, advierten los especialistas, es qué es lo que estamos ingiriendo y en qué dosis. El desayuno puede ser una fuente de energía importante e indispensable, según cómo se lo tome. Limitar la ingesta de productos procesados, desconfiar de todo lo que diga “natural”, son otros consejos. Entonces, marche una cuota de escepticismo con ese café por favor.
FUENTE | http://www.lanacion.com.ar/