Luego de 50 años de enseñarles a sus pacientes a comer más saludablemente y aumentar la actividad física, Alberto Cormillot dice que está frente a “un desafío enorme” cuando se le pregunta cómo hará para mejorar la alimentación de los argentinos desde su flamante cargo en el Ministerio de Salud de la Nación.
Pero enseguida aclara: “No asumí para poner a dieta a todos los argentinos. Eso es lo último que quiero hacer. Se trata de promover cambios en el estilo de vida de la población con sentido común y razonabilidad, además de facilitar el acceso a una nutrición de calidad de acuerdo con las necesidades de cada grupo de nuestra población”. Para lograrlo, se propone implementar un plan de 10 puntos con metas por plazos y relevamiento de resultados. La educación y la información a la comunidad aparecen como los pilares de este programa del Gobierno para los próximos cuatro años, al que accedió LA NACION.
El aprovechamiento de los recursos de cada provincia, la adecuación de la industria alimentaria y la reglamentación de leyes “muertas”, como la de obesidad o sedentarismo, integran este decálogo.
La creación del Programa Nacional de Alimentación Saludable y Prevención de la Obesidad que encabeza Cormillot se oficializó en el Boletín Oficial el jueves pasado. Ya un par de semanas antes, cuando aún no se terminaban de confirmar las versiones, fueron suficientes las primeras señales de la cartera que dirige Jorge Lemus como para que la industria alimentaria comenzara a inquietarse.
En los fundamentos para crear el programa, el Gobierno aseguró que más de la mitad de la población argentina tiene exceso de peso, incluidos el sobrepeso y la obesidad, y es una epidemia también en nuestro país que aumenta año tras año en las encuestas de factores de riesgo. “Este problema de salud se encuentra en claro aumento tanto en los adultos, como en etapas más precoces de la vida”, indican.
El sobrepeso y la obesidad ocupan el sexto lugar entre los principales factores de riesgo de muerte en el mundo. Nuestro país no es la excepción a la regla. “Explican el 44% de los casos de diabetes, el 23% de las cardiopatías isquémicas y entre el 7 y 41% de ciertos cánceres”, continúan los fundamentos oficiales.
Se estima que en el país crece un 1% anual la cantidad de personas, adultos y chicos, que ingresan en la categoría de exceso de peso. Eso se traduce en 400.000 personas por año que dejan de tener un peso dentro del rango saludable para la edad y la talla. “Podemos ser el primer país en frenar la epidemia de obesidad. Hay disposición del Gobierno a cambiar la manera en que nos alimentamos”, afirma Cormillot en diálogo con LA NACION. “Si no se modifica el ambiente obesogénico, es muy difícil cambiar los hábitos.”
En realidad, el escenario por mejorar alcanza a la malnutrición en general, los problemas de acceso a los alimentos que necesitan las personas con enfermedades como la celiaquía, los precios de los productos pensados para integrar una canasta “saludable” (sobre todo en los grupos más vulnerables) y la desnutrición (sin registro oficial en el país).
El plan, al que pudo acceder LA NACION, incluye 10 puntos que regirán las políticas públicas. Continuar con las encuestas nacionales de salud y factores de riesgo, ampliarlas a toda la población -suelen incluir a los mayores de 18 años- e incorporar nuevos indicadores que describan mejor el perfil nutricional de los argentinos está incluido en uno de esos puntos. Otros se ocupan de aumentar la actividad física, reducir el sodio y los azúcares de los productos alimenticios para lograr valores más saludables, monitorear la ausencia de grasas trans en los alimentos industrializados y seguir promoviendo el consumo responsable de alcohol y la cesación tabáquica.
Por ahora, los objetivos planteados en el corto, mediano y largo plazos incluyen la reducción de enfermedades asociadas con la manera en que comemos, como la hipertensión o la diabetes tipo 2, y de hábitos dañinos, como el tabaquismo o el exceso de alcohol.
Las principales metas a las que aspiran en el ministerio ubicado sobre la avenida 9 de Julio es que la población aprenda y ponga en práctica las recomendaciones de las nuevas Guías Alimentarias Argentinas, que disminuyan las enfermedades crónicas asociadas con la alimentación poco saludable, y lograr el cambio de hábitos. Sobre todo, en los chicos.
Por eso, la escuela será uno de los espacios en los que se planea trabajar. La última Encuesta Nacional de Salud Escolar (EMSE), por ejemplo, mostró hace dos años que uno de cada dos alumnos consume por lo menos un litro diario de bebidas azucaradas (entre 1 y 1,2 litros). Eso equivale casi a 28 cucharaditas de azúcar, más del doble de lo recomendado para cuidar desde el peso hasta la salud de los dientes.
Volver a los bebederos en el patio o los pasillos de las escuelas es una de las medidas que se quieren implementar. La opción para cuando el agua de red no lo permita serán los dispensers. De este modo, también se fomentaría el consumo de agua. En los últimos años, sólo el 5,6% de las escuelas conservó los bebederos o instaló dispensers, de acuerdo con la EMSE.
También se pedirá a los quioscos escolares incluir opciones más sanas y se trabajará, además, con empresas, municipios y universidades para lograr ambientes más saludables.
El etiquetado de los alimentos, el tamaño de las porciones y la publicidad son otros puntos de la agenda de trabajo oficial.
Ya sea con acuerdos, regulación y actividad legislativa. “Promover cambios no implica que se suicide una industria”, aclara Cormillot, que apelará a las redes sociales para promover cambios de hábitos.
Una dieta saludable
Variedad, hidratación y porciones adecuadas son las claves
Cuatro comidas diarias
Desayuno, almuerzo, merienda y cena. Incluir verduras, frutas, legumbres, cereales, lácteos, huevos, carnes y aceites
Alimentos y ejercicio
Incorporar a diario productos de todos los grupos y hacer, al menos, 30 minutos de actividad física
Hidratación
Tomar ocho vasos de agua segura a diario o al menos dos litros de líquidos por día, sin agregado de azúcar
Frutas y verduras
Consumir todos los días cinco porciones de frutas y verduras en variedad de tipos y colores
Bebidas azucaradas
Limitar su consumo y el de alimentos con elevado contenido de grasas, azúcar y sal
Reducir el uso de sal
Y de alimentos con alto contenido de sodio. Cocinar sin sal, limitar el agregado en las comidas y evitar el salero en la mesa